jueves, 9 de abril de 2020

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          Como un tsunami, a la velocidad del rayo, ¡de un día para otro! Nos hemos visto inmersos en una situación que nunca hubiéramos imaginado, ni en las mejores películas se traman argumentos con tanta intriga, angustia y desesperación.

        Estamos acostumbrados a decir “la salud lo es todo”, “la salud es lo primero”, “la salud es lo más importante” … pero hasta que no te sacude una desgracia, una muerte cercana, familiar, parece que no va contigo, es como una frase hecha, como si fuese la teoría, pero esto es la práctica.

       En estos días se ha parado el mundo, da igual todo, lo único que importa es lo primordial: la salud, porque sin ella, no puede haber nada.

     Es increíble que haya tenido que venir un virus para hacernos recapacitar, para hacer un parón en nuestras ajetreadas vidas y empezar a darle valor a cosas que antes, quizás, no es que no la tuvieran, sino que dábamos por hecho que debíamos tenerlas. Era normal salir por las mañanas a trabajar, desayunar fuera, quedar con amigas para ir a tomarnos un café, ir de compras, salir a dar un paseo, ir a visitar a tus padres, amistades, ir al cine, al fútbol, tener planes futuros de presentarte a unas oposiciones, de eventos como bodas o comuniones… todo estaba ahí, al alcance de nuestras manos, y teníamos la posibilidad de hacer lo que quisiésemos en cualquier momento.

       Pero ahora no hay planes futuros, ninguno, solo importa el presente, el día a día. Levantarte cada mañana y antes de nada darle gracias a Dios por el nuevo día e intentar vivir tu vida solo con las cosas imprescindibles, sin ornamentos, sin vanidades, tal como eres, sola tú y las personas a las que más quieres. Lo demás es importante pero ya no imprescindible. 

       Gran lección de vida que nos ha dado un virus.