No siempre, pero casi siempre, inicio
la siesta con el mismo pensamiento: gracias.
Es un lujo y un enorme placer
poder dormirla.
Acomodada en mi sofá, cierro un
poco los ojos y recuerdo efusivamente esos días ajetreados en el trabajo, esas
colas interminables en los probadores, la gran cantidad de ropa por colocar,
gente por atender, ese ritmo acelerado por querer terminarlo todo a tiempo. El
llegar a casa cansada y tener que estudiar, sin tener tiempo para nada, ni
ganas.
Recuerdo los días que iba a la
academia, que era en cierto modo como desconectar un poco de todo, pero regresar
a casa con una sensación de profundo agobio, de querer y no poder, de querer
abarcar más de lo realmente posible.
La vida me ha hecho un gran
regalo: mi pequeño y al mismo tiempo gran tesoro (María) y con ella me llegó un
“kit-kat”, un gran respiro, un descanso mental, que lo necesitaba urgentemente.
Pero todo lo bueno, si breve dos veces bueno, o al menos eso dice el refrán, y breve
es mi baja maternal que poco a poco se va diluyendo, así como mi baja "mental", ya que en breve tendré que ir retomando
los estudios, con lo que mi vida volverá a convertirse en lo que era hace unos meses, eso sí, con un
pequeño detalle añadido: una niña más.
Y como todo lo bueno es breve, mi
siesta también lo es, ya que ha durado un suspiro, lo que este sueño, o ¿podríamos llamarlo
pesadilla? (jeje)
En fin, voy a disfrutar todo lo
que pueda del tiempo que me queda…
Hasta pronto amigos!!!